La metáfora del bosque
Confluencias hexagonales
En el fondo del arte,
colmena en ebullición, vive la alegría.
Es difícil de conservar, y
difícil de explicar
a quien no es un especialista.
VIKTOR SKLOVSKI (El
lenguaje cinematográfico)
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Interior del Pabellón de España en Bruselas, Corrales y Molezún 1958 |
Cuando hace algunos años se publicó
el libro de Rosalind Krauss La originalidad de la Vanguardia y otros mitos
modernos, recuerdo la sorpresa que me causó comprobar el gran parecido
existente entre el Pabellón de España en Bruselas con los croquis de una
iglesia que se mencionaba en uno de sus artículos y cuya planta estaba también
basada en una retícula de hexágonos[1].
Pero como ambos eran proyectos de los años cincuenta, no era el recurso a la
geometría hexagonal lo que más las emparejaba ya que por entonces resultaba
bastante común ver paneles de abeja por todas partes. Sin ir más lejos, justo
enfrente a donde se construyó el pabellón español en el Parque Heysel de
Bruselas, se encontraba el que hiciera Werner Gantenbein para la representación
Suiza. Como aquél, su planta estaba constituida por una malla de hexágonos,
pero por el contrario, cada celda estaba cubierta con un tejado a dos aguas
siguiendo la misma dirección[2].
El hecho es que desde que a finales de los treinta, Frank Lloyd Wright le
concediera tan destacada importancia al uso del panel de abeja para la
geometría de sus plantas, unido al creciente interés que despertara la
arquitectura “orgánica” en los cincuenta, no resultaba
infrecuente ver nuevas construcciones con elementos inspirados, más o menos
literalmente, en la metáfora biológica de las abejas y sus colmenas[3].
Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue, sin duda, la forma en la que
ambas habían decidido realizar su cubierta mediante la repetición de módulos en
forma de paraguas, creando así, el característico bosque de columnas de las
salas hipóstilas. Aunque, tampoco este segundo rasgo era, por sí sólo, el gesto
más determinante de la originalidad de estas propuestas. Lo que sí resultaba
chocante era la conjunción de ambas cosas en una. ¿Por entonces me pregunté,
cómo es posible que el propio Wrigth no hubiera utilizado ya esos dos elementos
formales? Porque, no cabe duda que cada uno por separado –la utilización de las
retículas compositivas hexagonales de las casas usonianas y el módulo de cubrición
basado en la columna tejado de la Johnson Wax– podían considerarse
pertenecientes a su peculiar repertorio formal. Por alguna azarosa casualidad,
este efectivo hallazgo tipológico había quedado inexplorado hasta que con un
lustro más o menos de diferencia y en países tan distantes culturalmente como
la España de la posguerra y la triunfadora Estados Unidos, unos jóvenes
arquitectos habían dado con él utilizándolo en ambos casos para edificios de
uso público. Pero, quizá también tendríamos que reconocer, insistiendo de nuevo
en las semejanzas antes señaladas, que tanto una como otra, no podían tacharse
de arquitecturas puramente wrightianas, y aún menos, ser ejemplos de la
corriente orgánica que tan en boga estaba. Quien hubiera caído en esa
identificación, habría incurrido en una reducción en exceso esquemática basada
en una lectura superficial sólo figurativa. Emparentando la retícula de
hexágonos al módulo constructivo de la columna se conseguía unificar espacio y
estructura dándole un valor abstracto que nada tenía de wrightiano. Por mucho
que Tony Smith hubiera pasado dos años en el estudio de Frank Lloyd Wright, o a
pesar de que Corrales y Molezún estuvieran al día de las ideas que lo Zevi propagara
sobre el organicismo por doquier[4],
estos dos ejemplos se deslizaban hacia otros territorios.
Pero sepamos algo más acerca de esa
malograda iglesia. El proyecto fue ideado a principios de los cincuenta por
Tony Smith, quien contó, además, con la participación del pintor Jackson
Pollock al que había invitado a colaborar para que fuera él quien se hiciera
cargo de la realización de las decoraciones pictóricas del interior[5].
Al final la iglesia no se llevó a cabo, y quizá por ello, este curioso asunto
pasó bastante desapercibido entre la crítica especializada norteamericana.
También contribuiría a esto, seguramente, el hecho de que su propio autor, Tony
Smith, decidiera abandonar la arquitectura para dedicarse de lleno a la
escultura - actividad que a la postre le hiciera mundialmente famoso. La
crítica de arte Rosalind Krauss no fue la primera en sacar del oscuro cajón del
olvido este episodio menor en la biografía de Pollock. Lo había traído a
colación para poder rebatir la tesis de otro artículo anterior de E. A. Carmean[6],
quien en su trabajo afirmaba que las misteriosas pinturas en negro sobre blanco
que Jackson Pollock pintó en aquel periodo estaban relacionadas con los esbozos
preparatorios para la decoración de esa iglesia católica. Carmean creía que
existía una clara evidencia en el parecido figurativo que tenían dichas
pinturas con el tema de la Pasión, y en especial señalaba que su inspiración
procedía de la Crucifixión de Picasso de 1930. El inquietante abandono de la
abstracción que supuso el último periodo de Pollock y su desconcertante vuelta
a una compleja figuratividad habían causado cierta incomprensión entre muchos
críticos e historiadores que pensaban desde hacía tiempo que este pintor
representaba el máximo exponente de una rigurosa abstracción. Pero, si como
quedaba implícito en el artículo de Carmean, este retorno estaba estrictamente
vinculado con el encargo de la iglesia, la vuelta a la figuración venía
aminorada por los contenidos temáticos del encargo. Entonces, aquel regresivo
retorno a la dañina admiración que en sus comienzos profesara por la obra de
Picasso, tenían una justificación funcional, y la inmaculada biografía abstracta
de Pollock podía permanecer a salvo. Rosalind Krauss consideró que esta
interpretación metodológica falsificaba los verdaderos procedimientos teóricos
usados por este pintor y por ello decidió escribir el artículo “una lectura
abstracta de Jackson Pollock” al que nos hemos referido al principio de estas
líneas, y en donde expuso su particular interpretación sobre la temática de la
abstracción en la obra de este pintor desvinculándola de la operatividad
figurativa producida por la sumisión a un tema concreto. Lo cierto es que aún
hoy esta última etapa de la pintura de Pollock sigue siendo muy debatida,
por lo que cualquier interpretación interesada del tipo causa-efecto entre
encargo y pintura como la que preconizaba Carmean, permitía abrir una falsa
salida y encubrir otras explicaciones menos proclives a entender la figura de
Pollock sólo como la de un gran puro formalista atemático. Fue el rechazo a una
interpretación tan sosegadora lo que llevó a Rosalind Krauss a argumentar sobre
la falacia de la explicación causal teniéndose que adentrar en las nada fáciles
aguas donde se hacen evidentes los verdaderos contenidos temáticos en la
pintura de este autor por encima de los rasgos formales figurativos o
abstractos que las sustentan.
Geometría y naturaleza
Pero quisiera proseguir
desmenuzando algo más los parecidos entre el pabellón de Bruselas y la iglesia
de Smith para mostrar cómo, pasada la primera impresión, no son tantas las
semejanzas, cómo comienzan a aflorar también las diferencias. Por lo pronto,
nadie pasará por alto de qué forma tan distinta se asientan sobre el terreno.
De la misma manera resultan fácilmente visibles las discordancias constructivas,
sobre todo en la forma de resolver los paraguas de las cubiertas. Efectivamente,
analicemos en primer lugar cómo se pensaron estos elementos. La sombrilla del
pabellón es autónoma, se enarbola desde el suelo con su mástil al que un
sistema secundario, parecido al del ramaje vegetal, le permite extenderse para
apoyar unos paneles triangulares que asemejan el follaje en una planta de
grandes hojas. En la iglesia, aun sin saber bien cómo se realizaría su
construcción –recordemos que no es mucho el material del que disponemos–, se
hace evidente por la sección y la maqueta que se trata de dos estructuras
sobrepuestas en vertical. Se ve claramente que existe un sistema inferior, de
hormigón, por ejemplo, y otro superior similar en cuanto a forma pero diferente
en cuanto a su confección. Éste último, no parece estar fabricado mediante una
masa continua y sólida como en el primero, sino que parece estar hecho mediante
un armazón lenticular con dos capas, una superior y otra interna
–estructuralmente de compresión y de tracción, como la rueda de una bicicleta–,
y en algún caso de vidrio, lo que introduce cierta variación en el módulo que
tan escrupulosamente se respeta en la parte baja. El otro aspecto en el que se
aprecian diferencias es en el modo de relacionarse con su entorno, máxime si
tenemos en cuenta que ambas hacen uso de la misma geometría reticular. Smith
crea un nuevo suelo abstracto a unos metros del terreno que duplica en el plano
del techo mediante la repetición de cada unidad hexagonal. El pilar de sujeción
de los paraguas reproduce en más estrecho el inferior mientras que los cierres
laterales son opacos con alguna apertura rasgada en alto, por encima de la
visión del horizonte. El caso del pabellón de Bruselas es bien distinto. Lo
primero a lo que me referiré es a la manera en la que se hicieron sus paredes
verticales que de suelo a techo crean una falsilla de renglones horizontales
separados un metro entre sí. Esta modulación en altura será la encargada,
renglón a renglón, de permitir que el pavimento y la cubierta vayan adaptándose
a los desniveles del terreno. El espacio entrelineado está acristalado
permitiendo la transparencia del interior con el exterior salvo en algunos
plementos, los menos, cegados con ladrillo para permitir la colocación de los
paneles expositivos.
Por tanto, como decía antes,
después de este análisis es fácil afirmar que se trata de dos arquitecturas
cuyos contenidos temáticos claramente divergen: una está basada en la geometría
de un espacio ideal modulado –un espacio homogéneo generado a base de elementos
hexagonales que crean un campo libre sobre el que se materializa el espacio que
acoge la iglesia. Frente a esa malla continua, el pabellón –que es igualmente
hexagonal– se reafirma en una flexibilidad atenta a la repetición de su matriz
generadora con la que estructura un lugar sin geometrizar. Así, una construye
un espacio no referencial y cerrado al exterior frente a la otra que tiene
mayor apertura y comunicabilidad. La primera es inmóvil y está suspendida,
izada, mientras que la segunda es fluctuante y está apegada al terreno, es
decir, se esparce hacia los lados. En definitiva, la iglesia está formada por
una modulación espacial de carácter exógeno (al conjunto, de necesitar nuevas
células, éstas serían adosadas siguiendo la modulación hexagonal preformada y
serían adheridas al perímetro desde fuera) mientras que el pabellón tiene un
carácter más endógeno (crece y se extiende mediante nuevas células cuya matriz
surge más desde dentro que al contrario)[7].
Es evidente que en ambos casos estamos hablando de un mismo tema: aquel de las
pautas geométricas que generan su arquitectura. Un tema bien abstracto en donde
estas divergencias se hacen concluyentes.![]() |
Planta del Pabellón de España en la Exposición Universal de Bruselas 1958 |
Pero aun es posible continuar
mostrando otras diferencias notables. Para ello me resulta interesante tratar
ahora de hacer una aproximación más fenomenológica y describir cómo sería la
experiencia que se tendría al entrar en ambos interiores. Quizá lo más
llamativo de la iglesia, de haberse finalmente construido, hubiera sido el
aislamiento que se habría logrado tener dentro de ella –resulta chocante hacer
notar qué pocos ejemplos hay de templos suspendidos. Para entrar allí, primero
tendríamos que haber recorrido una rampa inclinada y atravesado un pequeño
puente. Este pasaje recalcaría el hecho de que la iglesia no está tocando el
suelo. Una vez traspasada la puerta apenas sí se tendría relación con el mundo
que nos rodea. Una fuerte luz cenital iluminaría el centro del espacio mientras
que las paredes tendrían cierta claridad reflejada pero sin que se percibiera
la procedencia de dicha fuente luminosa. Por el contrario, la experiencia
fenomenológica del pabellón es casi opuesta: lo que nos rodea está en todo
momento a la vista, la orografía del terreno se asume en el interior y nos
sabemos pisando el mismo suelo que vemos fuera. Por último, la luz entra
uniformemente por todas partes sin que se perciba en ella ningún tratamiento
formal voluntario[8]. Es, por tanto innegable,
la diferente manera en la que la experiencia sensorial se produce en cada caso.
Se ve muy bien en el diametralmente opuesto sentido de la espacialidad que
tienen o en cómo se utiliza la luz en cada caso. En la primera la iluminación
está articulada como un valor funcional consciente y central, se modela y usa
de forma consciente. En el pabellón, cualquier voluntad intencional es, por el
contrario, evitada.
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Sección del lucernario de la iglesia |
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Interior del pabellón desde la zona baja |
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Croquis de la iglesia |
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Acceso al pabellón por su parte central |
![]() |
Tablado y salón de actos donde se eliminaron los pilares del Pabellón |
¿Pero, es acaso ese el verdadero
tema de su arquitectura? ¿El Pabellón de España representa la abstracción de
una estructura arbórea, de un bosque artificial? Pensemos que efectivamente, en
el origen del pabellón está la causa subconsciente de la sublimación de una
prohibición, pero ¿es tan importante esta explicación para entender el
Pabellón? Es sin duda, un buen punto de partida para aclarar algunos de los
fundamentos de su arquitectura, pero, ¿hasta qué punto establecería el tema que
subyace en el Pabellón? Podríamos decir que se trataba de una representación
encubierta con profundas raíces figurativas, un buen ejemplo del uso de un
signo icónico. Pero, no será por el contrario que debajo de ella subyacen otros
intereses temáticos que caracterizan mejor esta construcción. Para Rossalind
Krauss el tema que maneja Smith en su iglesia, como en otros de sus proyectos
hexagonales, no es otro que tratar de lograr “una apertura a la experiencia
abstracta del Entendimiento”. [14]
Apertura que traerá consigo un espacio luminoso e ingrávido cargado de sentido
por un uso determinado ligado con su utilidad como templo pero universal y
homogéneo en cuanto a su concepción geométrica, algo que esta autora nos pone
directamente en relación con las pinturas all-over de Pollock.[15]
[1]
KRAUSS, Rosalind La originalidad de
la Vanguardia y otros mitos modernos, Madrid: Alianza Editorial, 1996. En
particular, el artículo al que nos referimos: “Una lectura abstracta de Jackson
Pollock” pp.237-258.
[2]
Esta semejanza no pasó desapercibida en su época siendo directamente mencionada
en la revista The Architects’ Journal, 29 de mayo de 1958, pp. 803-805,
en donde se pueden ver ambos proyectos publicados uno después del otro.
[3]
Frank Lloyd Wright se refirió en un número monográfico de la revista
norteamericana The Architectural Forum sobre este tema en los siguientes
términos: “I am convinced that a cross-section of honeycomb has more fertility
and flexibility where human movement is concerned than the square. The obtuse angle is more suited to
human ‘to and fro’ than the right angle. (...) The hexagon has been
conservatively treated –however, it is allowed to appear in plan only and in
furniture which literally rises from and befits the floor pattern of the
concrete slab upon which the whole stands.” BROOKS PFEIFFER, B. ed. Frank Lloyd Wright collected writings,
New York :
Rizzoli y The Frank Lloid Wright Foundation, 1992-1994, Vol. 3, p. 28. Sobre
este particular tema, y aún sin aludir directamente a ninguno de los ejemplos
que aquí vamos a tratar es interesante ver: RAMÍREZ, J. A., La metáfora de la Colmena: de Gaudí a Le
Corbusier, Madrid:
Siruela, 1998
[4]
Así se refería en una carta a los arquitectos dirigida para los trabajos de
preparación del montaje de este pabellón José María Valverde y que se conserva
entre los papeles del Archivo de José Antonio Corrales. Ya nos hemos referido
más extensamente a esta colaboración en: FEDUCHI, P., “Archipiélago hexagonal”,
en CANOVAS, A. Pabellón de Bruselas ’58.
Corrales y Molezún. Ministerio de Vivienda, Departamento de proyectos
ETSAM, Madrid, 2004, pp. 103-120. Baste por ahora mencionar este rasgo de
pedantería amistosa entre quienes convivieron por algún tiempo en Roma. Para la
etapa de colaboración de Smith en Taliesin; vid supra: Storr, pp.37-39.
[5]
El proyecto de la iglesia se abandonó en 1952 y, además de lo que puede verse
en los trabajos de las notas primera y siguiente, ha sido estudiado y
reproducido en: KEENEN, J., “Architecture”, en STORR, R., Tony Smith:
Architec, painter, sculptor. The Museum of Modern Art, New York, 1998, pp.
36-47 y 65-66.
[6] CARMEAN, E. A. “The Church Project:
Pollock’s Passion Themes”, en Art in America, LXX, verano, 1982, pp. 110-122. Este
artículo es una versión abreviada de otro anterior previamente publicado en
francés para el catálogo de la exposición de Pollock en el Centro Pompidou.
[7]
También es curioso como en ambos casos la necesidad de lograr un espacio
interior de mayor tamaño se hace con la consiguiente eliminación de un pilar y
la variación de algunos módulos de paraguas. Ahí se detecta también la
diferente forma de concebirse. En la iglesia el altar ocupara la posición del
pilar eliminado y una claraboya su techo, en el pabellón se creará una basílica
mediante la eliminación de los paraguas que son sustituidos por otras similares
pero invertidos que repetirán las estrellas del capitel pero sin el pilar en su
centro. En ninguno de los dos se genera un espacio centralizado sino que sigue
fiel a la dispersión producto de una agrupación abierta basada en la repetición
de la maya espacial pero el primero genera una cierta focalidad por un lleno
iluminado (el altar) mientras que en el pabellón la focalidad está más ausente
debido a la aparición de cierta linealidad, la de los tres módulos de la pista
de baile o la del vacío del patio de butacas.
[8] Un efecto que no pasó desapercibido
para el comentarista de la revista The Architects’ Journal: “Along
certain sections of the façade the glazing alternates with the brickwork. This
arrangements, which conceals the source of daylight when seen by viewers
approaching from the blind quarter, is exceedingly effective” op. cit., p.
803.
[9]
Charles Sanders PEIRCE (1839-1924) fue un filósofo, matemático, lingüista
norteamericano que desarrolló esta clasificación según la triada (índex, icono
y símbolo) que ha sido usada por muchos críticos del arte para dar explicación
a las últimas tendencias de la modernidad.
[10]
ARMESTO,
Maria
Victoria “Visita a la Exposición de
Bruselas (y V)” en La Voz de Galicia, A Coruña, 26 de octubre de
1958, pp.8. Es una explicación de periodista profano y afable con un paisano:
Molezún. Cuenta anécdotas de lo poco que gustó el primer montaje y lo bien que
quedó al final.
[11]
CORRALES, J. A. y VÁZQUEZ MOLEZÚN, R., “El Pabellón de España en la Exposición
de Bruselas” en Revista Nacional de Arquitectura, nº 198, junio 1958,
pp. 2.
[12]
IDEM. “Exposición Universal e Internacional de Bruselas, 1958” en Revista Nacional
de Arquitectura, nº 188, agosto 1957, pp. 6-8. Las cursivas son mías y no
figuran en el texto original.
[13]
Por ejemplo, el árbol y las hojas es la metáfora que usan Oíza, Alvear y Sierra
en la memoria explicativa del Poblado Dirigido de Entrevías ese mismo año de
1956. Moneo se refiere a ella en un artículo que le dedica a este grupo de
viviendas. MONEO, R. “El Poblado Dirigido de Entrevías” en Hogar y
Arquitectura, nº34, mayo-junio 1961, pp. 11. No existe parecido formal en
este caso entre metáfora y objeto aquitectónico.
[14] En el texto original (1ª edic. en
bolsillo de 1986, p. 235): architecture as an opening onto the abstract
experience of Mind.
[15]
KRAUSS, op. cit., p. 253.
[16]
Para consultar estas obras ver las monografías sobre los autores: Corrales y Molezún, arquitectura. Xarait
ediciones, Madrid, 1983. Corrales y
Molezún, Medalla de Oro de la Arquitectura 1992. Consejo Superior de
Arquitectos de España, Madrid, 1993.
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